sábado, 22 de enero de 2011

¿Por qué duermes con la almohada en los pies?

Algunas personas nacen con facilidad de palabra. Envidio - sanamente - la rapidez para debatir con hábiles argumentos las ideas que afloran entre las cultivadas inseguridades de los demás. Otros nacen con el apreciado don de la escritura: con sólo un par de párrafos el ahora no es el ahora, no eres y sabes a ciencia cierta que el futuro sí está escrito -al menos el que concierne a la novela en cuestión.-
Siempre quise ser buena en algo. Mi madre me apuntó a ballet cuando era pequeña pero aquello duró un día: me aburría y en aquella clase no se bailaba. Seré inquieta por los siglos de los siglos.
Pese a lo que decidí estudiar, no soy rápida ni hábil argumentando -más bien olvidadiza- y en ocasiones prefiero escuchar, temiendo parecer poco conocedora. La escritura requiere constancia y suelo guardarla en el baúl de los recuerdos -mis mil diarios comenzados así lo corroboran.-
En definitiva, soy una persona sensible, he aquí mi don. Como tal, veo el mundo desde mi particular prisma, con un sinfín de filtros, como el ratón de mi amiga Susanita. El pobre se cansó de responder porqué dormía con la almohada en los pies.
Al fin y al cabo escribo por ti y por mí, para ver si así llegamos a algo entre tanta incertidumbre. Si no es así, al menos habrás compartido una parte de mi - y el hecho de publicar la entrada que, además, para mi, ya es un triunfo.-